Primero que nada, gracias totales por su paciencia para recibir esta entrega (se retrasó un poco por el trabajo y por un ataque repentino del mal de puerco tras comer deliciosamente aquí), pero más aún por la impresionante respuesta que mostraron a la reseña del primer episodio. En un principio tenía reservas de dedicarle más de 5,000 palabras escritas a un reality show cuyas limitaciones (autoimpuestas) eran tan evidentes, pero ustedes me demostraron que siempre había disposición y mercado para consumir chistes de mal gusto acerca de medios que demuestran tener aún peor gusto que el mío.
En fin, vamos al siempre difícil segundo episodio. ¿Por qué difícil? La cosa es así: los programas de telerrealidad generalmente muestran sus cartas más fuertes en su debut, pues es donde se extraen las “risas fáciles”, en este caso provenientes de los concursantes rechazados por ineptos, ridículos o simplemente desubicados en torno al valor real de su talento: el modelete que le exprimió dos kilos de limones a su salsa, el chavillo que sudó sobre sus macarons o el bombero chillón son ejemplos claros.
Para la segunda emisión ya vamos a conocer la mecánica regular y los procedimientos de eliminación que privarán durante el resto del programa, aplicados a concursantes que, en teoría, son la flor y la nata de los miles de aspirantes convocados. ¿Logrará MasterChef México cautivarnos con este ritmo regular de concurso? Sólo hay una forma de saberlo…
EPISODIO 2: MOLE, AUNQUE NO MOLE
Annette Michele nos da un repaso del número anterior donde menciona que “sólo los mejores fueron elegidos”, pero curiosamente incluyen en el montaje varios platos perdedores (el pescado ahogado en salsa del modelete) o con presentación espantosa. Estos editores son unos loquillos. También vemos la casa donde vivirán los concursantes, así como un exterior de la cocina de MasterChef México. QUE EN REALIDAD SON LA CASA Y LA COCINA DE MASTERCHEF COLOMBIA. ¿Por qué? Este programa se ha llenado el “tragamaiz” de abogar por los valores, tradiciones y preponderancia de la cocina mexicana a nivel mundial, y sin embargo todo indica que una buena parte de su realización se llevará a cabo en tierra extranjera.
Aquí es donde algunos de ustedes se sorberán los mocos y alegarán con plena ignorancia que el hecho de estar en Colombia no importa, que sólo están aprovechando las instalaciones preexistentes en lo que ven si el producto “jala” con los televidentes mexicanos y qué sé yo cuántas excusas más. Verán, mi problema no estriba en el hecho de grabar en instalaciones colombianas. La casa está muy bonita, y la cocina está bien montada. No, el problema estriba más bien en la frescura de los productos, y específicamente en los productos MEXICANOS que se utilizarán como ingredientes en muchas de las preparaciones. Perdón, pero me sentiría más a gusto sabiendo que los jueces basan sus apreciaciones en la labor de concursantes que pudieron echar mano de los mejores epazotes, huitlacoches, chapulines, xoconostles (¡abrazo, Ruys!), quelites, nopales (¡abrazo, lectores!), cotijas y chorizos verdes toluqueños. Saber que muchos de los ingredientes han sido transportados desde muy lejos y/o congelados para fines de que lleguen a su destino le resta algo de legitimidad a este rollo. ¿Estoy equivocado?
En fin, Annette Michel nos dice otras cosas más pero la música de fondo es tan fuerte que no le entendimos casi nada. En serio, la mezcla de audio en la transmisión HD de TV Azteca está tan torpemente manejada que tapa los diálogos de la presentadora. Que en este caso se aprecia, la verdad, pues hay plantas de ornato que aportarían más que la pobre Annette en lo que a conducción se refiere. Los concursantes son recibidos en la cocina MasterChef y les dan chance de recorrerla de arriba a abajo, con fines de familiarización.
Memo, el chamaco que come carne muy cocida, dice que se sorprendió al entrar a la cocina por primera vez, pues es “como pensaba” que era. ¿Cómo te sorprende algo que ya es como esperabas, Memo? Carmen Le Tamaliere dice que la cocina está equipada a tope, como la de un restaurante con estrellas de la Guía Michelin. Yo pienso que es más bien como un restaurante de la Guía Ni Un Chelín (¡saludos, Octavio!), pero es puro mal jugo lácteo y humor cuestionable de parte mía, aclaro.
Los chefs/jueces (¿chefueces?) hacen su aparición. Aguas: si en el episodio anterior traían el medidor de mamonaje al 10, se las arreglaron para treparle al 11 en este capítulo. Les tiran otro choro de que son los 18 finalistas, que valoren la oportunidad y otras frases que no motivarían ni a Shia LaBeouf. Viene la primera prueba: cada quien tiene una caja llena de ingredientes con los que tienen que preparar una entrada, plato fuerte o postre. Obviamente no tienen que utilizar todo lo que trae la caja, pero hay que impresionar a los jueces en la ejecución. Las proteínas protagonistas: cerdo y camarón. Annette nos habla de que sólo se usarán los ingredientes más frescos. Y caldo de pollo Knorr, por supuesto, porquePATROCINIO. ¡Arrancan!
Desde este momento la cámara insiste en mostrarnos a cada rato a Marlene, la Alicia Villarreal de dos pesos. Hay que admitir que la niña tiene toooodo el entrenamiento de una reality star: habla mucho de “estrategia” y de quienes son su competencia más fuerte, cuando preferiríamos que hablase de, no sé, ¿cocina? Bueno, ella va a preparar unos camarones empanizados con almendra, que en la foto se ven como un Almon-Ris de camarón. Soy fan del Almon-Ris, así que le concedo el beneficio de la duda. Los chefs la visitan en su estación. La chef Betty dice que a ella le van a exigir mucho y que de ella esperan mucho. ¿Nada más de ella? No es justo tanta atención para UNA concursante en particular, ¿o sí? Digo, por aquello que competir en igualdad de estándares es base para la legitimidad de la competencia. O algo. También nos repiten la parte del episodio anterior donde Betty le dice a Marlene: “¡No necesito una niña bonita!”. Qué bueno, porque Marlene no es bonita. Tiene un atractivo zorrón, pero hasta ahí.
El abogado Gonzalo va a preparar un plato “verde, blanco y rojo”. De pronto me empieza a preocupar que se les agote el tema de la mexicanidad en TODOS los platos. A este paso van a servir águilas fritas sobre una reducción de jerseys del Chicharito Hernández en el episodio 11. Jerseys de la selección, sobra decir.
Carmen La Tamaliere se tira un rollo de su relación con la cocina. Recordemos lo que escribí sobre ella cuando la vimos por vez primera en el episodio anterior:
“Sale a cuadro Carmen Miranda, tamalera de profesión. Echa una historia que parece extraída de ‘Como agua para chocolate’, así que de entrada me cae rebién…”
Aquí de plano menciona ‘Como agua para chocolate’ a manera de leit motif, así que no andaba uno tan errado. Sobra decir que es de las favoritas para llegar a las rondas finales, principalmente porque se nota que ella y Marlene SE ODIAN y eso es bueno para el rating de los realities.
Tianne prepara champiñón relleno con salsa roja y camarón con mango y almendra. El chef Herrera dice que su plato tiene “como que muchos efectos especiales”, y yo me pregunto porqué. ¿Será que su champiñón se va a transformar en un robot y va repartir balazos junto a Mark Wahlberg? Si es así, no puedo esperar.
La seño Gina es la típica que se aventura a decir “vamos a ver qué pasa” cuando le presentan los ingredientes. Me encanta esa disposición cuando alguien tiene 60 años, no la hace de tos ante la perspectiva de salir de su zona de confort. No sé, si tuviera que elegir que me invitaran a comer a casa de uno de los concursantes seguramente elegiría la suya. Nallely, la repostera regia, está preparando OTRA VEZ algo con camote. No haré el obvio chiste fálico al respecto, pues soy una persona decente. Dice que los chefs se miraron con expresión de “guácala” cuando la visitaron en su estación, preocupados por verla “jugando a la comidita”. Oh, Nallely, te vamos a extrañar cuando te eliminen a las primeras de cambio.
Los chefs se reúnen en un tête-à-tête para estimar los alcances de los concursantes en esta prueba. Herrera dice que vio combinaciones “muy disparatadas”, que o van a ser geniales o van a ser desastrosas. ¿De plano, los dos extremos? Seguro cuando le preguntas sobre una película sólo te sabe contestar con “está chingonsísima” o “es una mierda”. A Betty le preocupa el grosor del puerco, pero ahora no habla de su sobrepeso, así que nadie se incomoda. Benito está satisfecho de verlos utilizando los ingredientes mexicanos. Pues tampoco les pusieron foie gras y bok choi en la caja, ¿o sí?
Annette hace otra cuenta regresiva con más arritmia que el corazón delicado de Diego Verdaguer, y el tiempo de preparación expira. Alan el “lavaplatos” (comillas MUY intencionales) hizo un plato que, siendo honestos, parece popó. Él se disculpa diciendo que el frijol era negro, y que eso afectó la presentación. Nada más estaba esperando que dijera: “yo JAMÁS había cocinado con frijoles”, pues este tipo obviamente quiere pintarse como el Forrest Gump de las cacerolas.
La producción de este programa es un disparate: nos muestran los platos, pero sólo algunos están identificados, y en la edición ni siquiera podemos asociar quién preparó cada cosa. Frustrante. La seño Gina es llamada al frente para presentar su creación: camarones con mango, platillo que el chef Herrera dijo haber considerado un “disparate” de sólo verlo. Al parecer el chef no sale mucho, pues la combinación camarones y mango está presente en todas las cadenas nacionales de sushi desde hace unos quince años.
Nallely pasa al frente también, con un platillo llamado “sabores de México”. ¿No hay una revista que se llama así? Es cerdo con verduritas, y Betty dice que probando los elementos por separado no hay mucho que decir, pero al juntar todo tiene sentido. “¡Qué halagador!”, exclama Fidel Sarcastro. El chef Herrera dice que él y Nallely son “del mismo corral”, así que le van a exigir el doble. Reitero: igualdad de juicios, por favor. De por sí el programa adolece gravemente de credibilidad. Ayúdense.
Después Betty dice que la siguiente persona llamada al estrado es alguien que “cocinó puerco”. “Y me habló cochino al oído”, le faltó añadir, en un episodio que se pone más sexy a cada momento. Se trata de Carmen Le Tamaliere, con sus esquites con cerdo al piloncillo. Presentó esta confección en un plato que parece un lavabo, lo que le hace acreedora a una breve crítica del chef Herrera, quien al probar el platillo la reivindica diciendo que eso “no es cocina. Es un ritual de magia negra, es hechicería. Me encantó”. El modus criticandi del chef Herrera es bien sencillo: comenzar diciéndoles algo que parece un insulto o una condena, y después cambiarles la jugada al convertir la expresión en un elogio. Desconcertante, él.
Gonzalo presenta su entremés mexicano verde, blanco y rojo. El blanco del maíz es realmente amarillo, pero la bandera verde, amarilla y roja creo que es de Camerún, así que ni al caso cambiarle el nombre. “Cero proteína animal, tenías dos”, dice Betty, pero Gonzalo sonríe confiado en la originalidad de sus “tlaxcales”, una especie de gorditas guerrerenses hechas con puro maíz molido. ‘Cuz Gonzalo got game, bee-yatch!
Anuncian que la quinta persona que pasará al frente es alguien que se esmeró en la presentación, así que es obvio que la telegénica Marlene presentará su Almon-Ris de camarón. El chef Herrera se dirige a ella como “güera de rancho”. Se ve que Herrera es fan de poner apodos, así que es justo y necesario que la audiencia nos empeñemos en encontrarle uno, para equilibrar las cosas. Piénsenle, gente, yo haré lo propio. El chef dice que Marlene “cocina muy rico”.
¿La ganadora de este reto? Carmen, quien reacciona con un “Ah, ¿NETA?” de lo más honesto. Su premio es “pasar a la despensa con los jueces”, explica Marionnette Michel, olvidando que no es “despensa”, sino “el supermercado Chedraui” (no se preocupen, al rato compensan poniéndonos 27 logotipos de Chedraui a cuadro). Los jueces le explican a la tamalera prodigio que la siguiente prueba consiste en preparar una hamburguesa y una malteada. Hay varias proteínas disponibles: res, cordero, pollo, pavo, cerdo, camarón y pescado. Carmen podrá elegir qué proteína le toca a cada concursante, y cuenta con cinco minutos para elegir lo que quiera de la despens… del supermercado Chedraui para preparar su platillo, sin mezclarse con el peladaje. TV Azteca nos recuerda que Chedraui tiene los martimiércoles de frutiverduras. No confundir con los sabadomingos de carnisalchichonería, o con los jueviernes de cervebotaneo que aplica el godinaje nacional.
Carmen vuelve al redil mencionando que muchos la van a odiar por el hecho de que ella les asignará su proteína, pero que ella viene “a competir, no a hacer amigos”. El clichémetro empieza a marcar en rojo. Luis, el bailarín aéreo, usa su limitado léxico para explicar la ventaja de Carmen incluyendo la palabra “ventaja” como seis veces en una sola frase. Algo así como “Carmen tiene ventaja pues ventajosamente puede elegir lo que le da ventaja para aventajarnos a los que no tenemos ventaja pues la muy ventajosa nos aventajó con su ventaja”. ¿Quieres decir que Carmen tiene ventaja sobre ustedes, Luis? Sé claro, por favor. El caso es que él sufre pues su proteína es pavo. La hamburguesa de pavo no tiene ninguna complicación, así que imagino que a Luis lo atacó un guajolote cuando era chiquito y que tiene algún trauma al respecto.
Alan no se siente muy intimidado. Dice que él una vez trabajó en un carrito de hamburguesas, y NUNCA las preparó, pero se fijaba cómo se hacían. Conveniente. Este güey es el que niega tener televisión en casa, pero mágicamente se sabe las tramas de toda la barra de telenovelas y el elenco invitado del próximo ‘Sabadazo’.
Carmen confiesa que quiso ayudar a sus favoritos asignándoles cordero, proteína que eligió para ella misma y para Nallely y Ariel, sus befos. Y el pescado le tocará al licenciado Gonzalo, a la seño Gina y a Marlene, quien dice “luego luego se ve que me quisieron tronar con el pescado”, para después dedicarle un “Yo también te quiero, ¿eh, chula?” a Carmen en la cocina. Esta vieja es un dolor de gónadas, así que los productores se frotan las manos y se dan mutuas palmadas en la espalda para celebrar su atinado casting. Honestamente hacerla cansada por esas proteínas es estúpido. No les dieron carne de cocodrilo, avestruz, iguana o sapo panteonero, así que bájenle un par de rayitas.
Después de tanto Chedraui injertado en el programa me siento raro al ver un anuncio de Comercial Mexicana y sus promociones de Julio Rexodido. Volvemos de comerciales para ver aún más logos cuando los cocineros entran al “súper” para elegir a toda prisa los ingredientes de sus platillos. Incansable lluvia de logos, ahora de Helados Holanda, la única marca presente para armar las malteadas. No me entusiasma mucho esta parte del reto, para ser franco.
La monjita Flor celebra que le haya tocado carne de res pues dice que ella es “la más inútil” debido a su falta de estudios culinarios, ya que ella se formó “toda lírica” en la cocina del convento. Por favor, hermana, vea los bodrios que preparan estudiantes de cocina como Marlene y vuelva a decirnos si cree que eso les da alguna ventaja. También dice que 60 minutos es muy poco para hacer una hamburguesa. Pensábamos que la iba a hacer de res, no de pedo.
Luis le explica a los jueces que va a hacer su hamburguesa de pavo en una reducción de vino tinto. Dice que tiene que tranquilizarse pues “la cocina es como bailar: si te ganan los nervios te vas a torcer y te vas a caer”. Es obvio que Luis me ha visto bailando, en algún lugar. La hermana Flor le dice a los chefs que ella está un poco abrumada por el reto. “Siquiera que no me quede entre los negros”, añade. ¿La monja es racista? ¿Qué mala cara vio en Colombia como para emitir ese duro juicio? ¡Ah, no! Se refiere a los mandiles negros que descansan junto al templete. Es un error de edición, pues aún no nos explican que los peores calificados en este reto portarán mandiles negros en una ronda de eliminación subsecuente, pero yo le resto puntos de simpatía a la monjita por racismo implícito. ¿VEN LO QUE LOGRAN, PRODUCTORES?
Más preparación. Más cortes donde vemos a un concursante lavando su tabla de picar con detergente para platos marca Eficaz. Hago una lista mental de marcas que jamás compraré, por mero hartazgo visual. El tiempo se acabó, y vemos un recorrido exprés por la pléyade de hamburguesas. Las cámaras nos han mostrado como una docena de veces los paquetes de pan Bimbo en la despensa, pero solo son pan blanco y pan integral… ni un paquete es de bollos para hamburguesa. No, los concursantes usan unos robustos, esponjosos y atractivos bollos gourmet. Y hacen bien, porque los bollos Bimbo parece que fueron usados como cojines para asiento de autobús de línea, invariablemente.
El proceso de elaboración se les complica a los concursantes: Gonzalo conecta su licuadora en el piso, porque su estación está toda atascada. Y la licuadora que elige la monjita ni siquiera sirve. Y Luis termina prestándole una espátula a la hermana, de paso. Mal, producción, muy mal. Se acaba el tiempo. Los chefs empiezan a probar las hamburguesas y las malteadas. Paréntesis: TODAS las malteadas lucen aguadas, no hay una sola de ellas que posea la consistencia espesa que deberíamos asociar con esa preparación. Pésimo indicio. Sí, las luces de un estudio de grabación NO ayudan a la consistencia de las bebidas heladas, y tampoco el tiempo que le toma a los jueces probarlas, pero desde el momento de la confección se nota el uso excesivo de líquido y la fluidez excesiva al servir.

“Y de repente el chef Herrera se puso a llorar en posición fetal, tarareando ‘Do You Really Want To Hurt Me?’ de Culture Club. No me lo explico…”
Tianne presenta un plato que el chef Herrera critica duramente. Dice que parece una hamburguesa que servirían en un restaurante de aeropuerto en 1985. Eso suena sospechosamente específico. No quiero insinuar que uno de los jueces fue manoseado en el baño de un aeropuerto allá por 1985, pero…
Carmen nos dice que su hamburguesa lleva queso de cabra, aunque el gráfico pone “de campo”. No me quejo, pues finalmente la cabra vive en el campo. Annette Michel mira fijamente con cara de asco a los jueces cuando prueban las hamburguesas, así que me imagino que es de esas veganas mamonas que pregunta si todo tiene gluten. El chef Herrera insiste que Carmen está haciéndole brujería con sus preparaciones.
Memo pasa al frente. Herrera ya lo apodó como “Flaco”, lo cual demuestra que no es el más original poniendo motes. ¿Güera y Flaco? Seguro los próximos apodos serán “Gordo”, “Pelón” y “Chaparra”. Sólo quiero decir que mis apodos > los apodos del chef Herrera. Flacomemo preparó hamburguesa de pavo con lámina de catsup, que él pronuncia “capsu” para generarnos ternurita. Su adorno de romero clavado en la tapa del bollo es comparado con un mal injerto de pelo en un calvo. Aquí no sé a ciencia cierta si los concursantes de plano son pendexos, pues lo muy poco que hemos aprendido de los jueces es que NO hay que poner cosas en el plato que NO se comen. Y que poner apodos es cool, no cuenta como bullying. Su platillo no impresiona, pues la carne básicamente tiene sal, pimienta y paprika, que no ayudan en mucho al aburrido pavo.
La seño Gina presenta su “hamburguesa vegetariana” (¿no le había tocado una proteína?), copada de verduritas mixtas. Herrera le dice “desde un principio tú has querido engañarme…”, como es su estilo, para después rematar con el comentario positivo. Seguro abre las reuniones navideñas así: “Quiero decirles a todos que tengo CÁNCER… [larguísima pausa dramática, los familiares empiezan a llorar]… en mi colección de figuras de Caballeros del Zodiaco, así que pueden regalarme una que no tenga, como Leo o Capricornio… [incómodas risas de alivio, los invitados se excusan para irse temprano]”. La malteada de la señito es de galleta Oreo y nueces. Lo cierto es que todas las malteadas estuvieron más aburridas que Annette Michel, que ya es decir.
Healthy Diana (pronúnciese como el coro de ‘Dirty Diana’, de Michael Jackson) hizo una hamburguesa de pollo estilo árabe, sobre una cama de hummus y sin pan. Su malteada es de tres chocolates y leche de soya. Argumenta que la intención de omitir el pan es un poco más saludable, pero tanto Benito como Herrera le preguntan por qué no hizo malteada de frutas si la intención era algo saludable. Herrera va más allá diciendo que el plato es incongruente, y preguntándole por qué no hizo un smoothie. Yo responderé por ella, ya que Diana no se defiende muy bien: ¿cuándo dijeron que si la hamburguesa era saludable la malteada también tenía que serlo? ¿En qué momento el smoothie se ofreció como alternativa a la malteada? Una vez más compruebo que los jueces han ido armando las reglas al chilazo. Chilazo transportado desde México hasta Colombia, probablemente. Al final le dicen que “no persiga tanto ser la bandera de la cocina saludable de MasterChef”. ES EL PRIMER PLATILLO MEDIANAMENTE SALUDABLE QUE PREPARA, NO XODAN. Ella lo explica así, pero no a los chefs, sino a la cámara, así que vale pa’ puro queso.
Hablando de puro queso: Alan hace una hamburguesa de puerco con tres quesos, dos de los cuales “jamás había visto” (oh, sorpresa). Sus papas están para el perro (Herrera literalmente busca a un perro para dárselas), pero al final no lo hizo tan terrible, que para el show es suficiente. Le dicen que puede no tener experiencia, pero tiene intuición. Y él luego confiesa ante la cámara que no es intuición, sino que es más bien experiencia, pues desde chico su mamá ha trabajo en cocinas y él siempre se fijaba. Esta historia es más sospechosa que la declaración patrimonial de La Gaviota. Olga hace una hamburguesa de cerdo con alcaparras y queso gouda, pero también le pone adornito de romero, además de que Herrera ni se digna a probar su malteada de vainilla y M&M’s, pues al parecer “le falta creatividad”. Eso podríamos decir de prácticamente todas las preparaciones a la fecha, siendo honestos.
Carlos no impresiona con sus ofrendas, así que no le dan mucho tiempo al aire. Llaman a Gabriela. ¿QUIÉEEEEEN? En serio, creo que es la primera vez que la mencionan, incluyendo la semana pasada. Es una señora medio güera (claro), cincuentona, con pinta de ser la clase de persona que posee más de tres películas de Richard Gere en DVD. Su hamburguesa de camarón al cilantro no luce mal, por cierto. Santaclós veracruzano hizo una hamburguesa de pollo que se ve de lujo, y él dice que suele hacerle hamburguesas seguido a su esposa y a su nieta. Me caes a toda madre, Santaclós veracruzano, se ve que eres la onda. Los jueces le echan muchas porras, él luce feliz. Este año vas a encontrar buenos regalos bajo el árbol de Navidad si vives en Veracruz, amigo lector.
Ariel hizo hamburguesa de cordero con queso de cabra y chutney de tomate. Buen combo. Betty no habla mucho del sabor, sólo dice que “le sobró plato”. Tampoco nos enteramos de qué es su malteada, pero yo creo que es sello de la producción, que no identifica la mitad de las cosas que vemos en pantalla, o las identifica mal cuando lo intenta. Nallely hace la “hamburguesa de campo”. Está inspirada en el campo (nunca lo vi venir, la verdad). Dice que cuando le asignaron cordero pensó en todos los productos que son “como terrosos, y fue lo primero que agarré”. Nadie la alburea con el predecible “tienes el trasero terroso”, así que ya no me queda duda de que trasladar el programa a Colombia les hizo dejar México muy atrás en lo que a creatividad toca.
El licenciado Gonzalo hizo “Fish Hamburger and Chips”, con una elaborada malteada que incluye “un dejo de jerez, limpia muy bien las pupilas”. ¿Qué? ¿Pupilas o papilas? ADVERTENCIA: NUNCA TE LIMPIES LAS PUPILAS CON JEREZ, PUEDES PERDER LA VISTA [información que cura]. Betty le dice “pónme tu mano aquí… pónme tu mano aquí… te cubres mucho tu corazón”. Creo que me estoy poniendo tumescente con la tensión sexual que flota sobre la cocina MasterChef, amigos lectores. La chef Betty le tira un chorazo que a ratos suena espiritual, a ratos romántico y a ratos inspirado por la combinación de sustancias ilícitas y medicamentos de prescripción. Es de lo más incómodo.
Gonzalo se emociona al punto de las lágrimas. Recuérdenme contratar a este cabrón, tiene que ser una máquina letal en cualquier juzgado. Digo, si es que TV Azteca no lo agarra pronto para protagonizar una telenovela, pues su actuación convence al más pintado. “Betty se me quedó viendo fijamente a los ojos… tocó algo dentro de mi… sentí una conexión especial, me desarmó”. Tengo visiones de estos dos corriendo por un campo de tulipanes, con el tema de ‘Dawson’s Creek’ de fondo. A mi también me desarmó todo esto, pero por el exceso de sacarina del intercambio de miradas profundas entre la chef y el abogado.
La hermana Flor hizo una hamburguesa light… con una rueda de tocino más gruesa que la llanta de refacción de un Chevrolet Aveo. “Con su guarnición light, pura ensalada”. Dios, esto luce terrible. “¡Pero no le puso nada!”, dice Herrera mostrando un pan que no tiene ni un mísero derrapón de mostaza. “¡No, porque es light!”, responde la religiosa, con una lógica a toda prueba y pronunciando “lái”. Olvídense de MasterChef, dénle a la hermana Flor su propio sitcom, no me lo perdería por nada.
Luis, 18 años, hizo la “Hamburguesa Mi Primera Vez”. Imagino que se le escurrió toda la mayonesa a los dos minutos de haber empezado (¡BADUMPSSSS!). Ay, Luis, caminaste derechito hacia ese pésimo chiste. Benito dice que su reducción de tinto no le impresionó.
Ale La Cachirul, chef profesional de León disfrazada de “organizadora de eventos”, presenta una “Hamburguesa Jugosa los quesos” (así dice el gráfico), con un cartelito de cartón clavado en la hamburguesa, pero a ella no le dicen nada acerca de poner cosas que no se comen en el plato porqueDOBLE ESTÁNDAR PARA LOS PROFESIONALES INSERTADOS EN LA COMPETENCIA AMATEUR. “¿Qué onda con los popotes esquizofrénicos?”, pregunta Adrián Herrera. ¡Dios mío! ¡Esa malteada tiene DOS POPOTES! ¡¡UNO ES ROSA Y OTRO AMARILLO!! En las calles una turba enardecida vuelca un autobús escolar y le prende fuego, para después entregarse a una anárquica orgía con sacrificios rituales y música de Skinny Puppy. Ale dice que son “así como psicodélicos, medio locochones”. Chavorruquismo en pleno. El chef dice que siente como que está probando “drogas extrañas”. Chef: si esto le parece comparable a “drogas extrañas”, creo que la comunidad artística regiomontana necesita un dealer más comprometido con su labor.
“¡Güera de rancho!”, grita Herrera para llamar a Marlene, pues evidentemente el respeto entre jueces y concursantes es camino de un solo sentido. Su hamburguesa de pescado deconstruida con frutos tropicales está presentada igual que todo lo que ella ha presentado, y al parecer sabe terrible. Venga el mame de que ella fue saboteada por Carmen cuando le asignaron el pescado. Sí, Marlene, te tenemos que decir la verdad: todo es una competencia.
Los dos mejores platillos fueron los del abogado y Santaclós veracruzano. Por cierto, “Cazador” es el apodo que el chef Herrera le dio a Gonzalo. Original… NOT. “Qué hermoso ver dos hombres haciendo buena cocina”, dice Betty, porque al parecer el mundo de los chefs necesita más miembros del sexo masculino o algo. El ganador es Gonzalo, con su reinvención del fish & chips que tocó el alma de Betty al punto de hacerle ovular. Llámenme romántico, ni modo.
Los peores reciben el temido delantal negro: Memo, hermana Flor, Olga, Marlene. También Alejandra es nombrada, pero la salvan sin ofrecer explicaciones al respecto. Luis y su primera vez se salvan también, porque aman su inocencia, aman sus errores, es callado, tímido, inocente y tiene la mirada, lo abrazan y empieza a temblar de miedo, diciendo que nunca había sentido sensación así en su vida. ¿Que si eso es el amor?
En la casa que el product placement construyó hay reacciones sobre la ronda de eliminación. Memo se engaña a sí mismo diciendo que él no debería estar con un pie fuera de la competencia, y que él y Marlene están en la mira de los demás pues los jueces van a apoyar a Flor y a Olga. CONSPIRACIÓN. Los delantales negros hacen maletas, se despiden de sus compañeros en caso de que les toque irse a casa y todos parten rumbo a la prueba final del episodio.
Llegan a la cocina, donde los jueces les preguntan a los cuatro peores qué es lo que sienten de estar al borde de la partida, con las predecibles respuestas de por medio. ¿El reto de eliminación? ¡MOLE! O sea que Olga (vive en Puebla) y la hermana Flor (poblana, cocinera en un convento) tienen clara ventaja sobre sus jóvenes colegas. De pronto las teorías idiotas de Memo suenan plausibles. Manos a la obra.
Memo pensó que iba a recoger mole de la despensa y preparar algo con él, no a hacer su propio mole desde cero. Cosito. Olga dice que en su vida ha preparado mole, así que la supuesta ventaja que percibíamos más bien suena a una loza sobre su tumba. Siendo honestos ella es la más aburrida, televisivamente hablando, de los cuatro eliminables, así que desde este momento le digo a mi Finísima Esposa que Olga va para afuera.
Los mandiles negros corren a la cocina por sus ingredientes, mientras Memo sigue mencionando a cámara que no tiene ni idea de lo que va a hacer. “¡Yo iría detrás de la monjita ECHANDO LO MISMO QUE ELLA EN MI CANASTA!”, le aconseja la Finísima Esposa al tarado de Memo desde el Ala Oeste de la Finísima Mansión. La amo, tanto por su lógica imbatible como por su cuerpecito pecador. Romance, no te mueras nunca. Todos preparan sus respectivos moles, y algunos reciben orientación desde gayola por parte de los que se salvaron. Esta parte del show siempre me gusta, no sé por qué.
Marlene está feliz, dice que su mamá prepara mole muy seguido y no tiene broncas con el reto. Olga recibe abundantes instrucciones de sus compañeros, pues se ve que no tiene ni idea. Memo le pone como treinta kilos de cacahuate a su mole, y lo va a servir sobre la pierna y muslo de un pollito de leche. O sea que si acaso le va a alcanzar para media probada a cada juez, genio. La hermana Flor tiene mole en su ADN, así que se salva desde antes de entrar a la despensa, prácticamente.
Marlene no tiene planeada guarnición para su mole. Dice que le va a poner pan y ya. Carmen, su némesis, sensatamente le aconseja que le pida plátano a alguien que no lo va a usar, y ella se sorprende de estar recibiendo ayuda de la tamalera. “Memo, ¿vas a ocupar tu plátano?”, le pregunta Marlene en un tono no totalmente desprovisto de innuendo al post púber estudiante. Sobra decir que Memo va a “terminar su mole” más rápido que lo que le tomó a Luis llegar al clímax de su virginal hamburguesa si siguen haciéndole esta clase de preguntitas.
Los jueces comentan sobre las perspectivas de los participantes. Betty dice que no le cree a Olga cuando pretexta que nunca ha preparado este platillo. “No olía mal su mole”, añade. Esto nos da permiso para decir que la chef Betty nada más anda de huelemoles. Los tres anticipan un plato épico por parte de la hermana Flor, mientras que a nosotros se nos hace mucha casualidad que le haya tocado justo a ella una ronda de eliminación con mole. No es sorpresa que la hermana sea una concursante que a los productores les interesa mantener en la contienda tanto como sea posible. La próxima vez que le toque eliminación seguro los ponen a preparar rompope. El mole de Marlene lleva el ingrediente adicional del tamarindo, así que al menos le está echando ganitas. Memo está haciendo encacahuatado, básicamente. El perdedor está entre él y Olga, sin duda. Confirmando lo anterior, Memo, se pone a colar el mole. Apiádate de él, Chicomecóatl (“¡A la BatiWikipedia, Robin!”).
El tiempo se terminó, y yo aplaudo pues Annette Michel al fin logró contar regresivamente desde el diez sin titubeos. Marlene presenta su pollo en mole de tamarindo… suspenso.
El chef Benito, enfundado en su blazer color tamal de dulce, prueba el platillo auxiliándose de una cucharita de tortilla (jugada pro). Al parecer el mole y el pollo están bien, pero Marlene decidió incluir unas gruesas rebanadas de pan con ajo que irían mejor como acompañamiento de una pasta italiana, no de un platillo emblemático de la gastronomía mexicana.
La hermana Flor presenta su mole poblano “imitación”, pues dice que la preparación requiere más tiempo. Su presentación es muy mala (pimiento morrón, pera), pero al parecer el mole quedó de lujo. Olga hizo un “mole de primera vez” (tema recurrente) sobre un enorme chuletón de cerdo, que quedó reseco. Y le falta sal al platillo. Se nos va, muchachos. Olga alega que sí lo probó y que a lo mejor su gusto es distinto del de los jueces.
Flacomemo presenta su pollito minimalista en un plato negro (mal). “Tu presentación es como para El Circo de las Cucarachas, no es presentación para un jurado”, sentencia el chef Herrera. ¿Qué? ¿De qué habla? ¿Qué circo es ese? La verdad es que esto luce desastroso para el chavalillo. “Pobrecito. Es que como él es flaquito puso poco en el plato, yo que soy gorda…”, lo disculpa la hermana Flor.
Veredictos. Flor escucha su nombre y se salva. “Se me fue la sangre hasta el suelo”, puntualiza. Marlene la regó con el pan de ajo, pero también la libra. Los pronósticos de los demás participantes es que Memo se va, tanto por su falta de experiencia como por el hecho de que Olga tiene mucho aún por mostrar. Y estamos de acuerdo con ellos, pero esto es tele, así que… “Olga: pasa a tu estación y deja tu delantal”. Ni hablar, la pérdida para MasterChef México es la ganancia de alguna clase de pilates en Puebla. O algo.
¿Qué nos depara el futuro, además de que sabemos que van a cocinar a bordo del buque de guerra Usumacinta en el próximo episodio? ¿Sabrán convivir en armonía Marlene y Carmen? ¿Gonzalo y Betty escaparán románticamente montados en un venado de cacería? ¿Alguien le “tronará el ejote” a los castos Memo y Luis? No se pierdan la próxima reseña, mientras yo corro a Chomp Chomp por una malteada de verdad, no los cochineros aguados que vimos en esta deslucida competencia.
